martes, 22 de abril de 2008

Mi primer cuento

Bueno como Laurita me lo ha pedido y alguna otra persona más me lo ha insinúado os dejo mi primer cuento aquí, no es el primero que escribí (ese no lo enseño) pero es uno de los más especiales para mí porque me ayudó mucho escribirlo. Espero que os guste:

*Un mar se extiende entre dos montañas, estoy sentada en la cima de una de ellas, verdes, intensas y veo ese inmenso azul que me parece que no tiene fin. Aquí arriba me siento en paz, me llena una tranquilidad que en cualquier otro lugar sería inquietante, pero para mi es tan evidente y ¿normal?. Me encuentro serena, sin preguntas ni dudas, pero lo que más me llama la atención es el no extrañar, no pensar en lo que podría echar de menos en este lugar extraño e inusitado, donde me siento feliz...

De pronto los pensamientos me atenazan, y me doy cuenta de que el despertador está sonando; todo era un sueño, la perfección no existe en el mundo en el que vivo. Paro el despertador, e intento abrir los ojos, tomo conciencia de en donde me encuentro y recuerdo que estoy en mi habitación con mis cosas. Todo es igual y nada cambia drásticamente. Me levanto de la cama, todo está silencioso, mi hermano duerme plácidamente y mis padres ya se han ido a trabajar. Me meto en la ducha, y de pronto mis mayores miedos empiezan a tomar forma, mis propios pensamientos se atropellan para que yo logre darles un sentido. Intento apartarlos, olvidarme de todo lo que atenaza mi cabeza. Salgo de la ducha y hago lo de todos los días: vestirme, desayunar, coger la mochila e ir a clase.
Llego al instituto y continúo con mis hábitos, saludo a mis amigos, les pregunto que tal la tarde del día anterior, y entramos en clase. Me he dado cuenta que mi vida últimamente es bastante monótona, que no tengo nada que realmente me haga sentir ilusión...¡Vale ya! Odio estos pensamientos tan melodramáticos, yo nunca he sido así, tienen que parar ya...

Las clases se sobrevienen una tras otra, cuando acaban me vuelvo a mi casa, sola como cada día y me paso la tarde entre la tele, estudiando, los deberes e Internet. Toda la semana “lectiva” me trascurre igual, llena de rutina y sin ningún cambio que se deba nombrar. Pero llegamos al fin de semana, en el cual puedo relajarme, estar con mis amigos y mi novio; durante varios momentos de esos días tengo momentos de tranquilidad y serenidad, consigo relajarme, sentirme libre de las cadenas que últimamente siento que me oprimen. Pero siempre aparece algo que me lo recuerda, el sentimiento de no encajar, el creerme tan sola entre tantas personas que me quieren y las quiero, recuerdo todas esas preguntas que yo me hago y que nadie más parece dispuesto a entender...

Muchas veces, en mis días “no-lectivos” intento ahogar todo lo que pienso en un mar de alcohol, para conseguir olvidar...Gracias a dios, mis amigos no se dan cuenta de lo que hago, porque con esta moda impuesta de que para divertirse hay que beber, muchos de ellos me acompañan en mis “juergas”.

Y esto se repite día tras día, semana tras semana, mes tras mes... Durante casi un año consigo ocultar todo esto que siento, todas las dudas y enterrar todas las preguntas que se agolpan en mi cabeza, hasta el día fatídico en que todo en mi vida cambia...
Una mañana me despierto como siempre, haciendo lo mismo de todos los días y yendo a clase como lo haría normalmente; pero desde el primer minuto de clase me noto distinta, una sensación que no comprendo. Suspendo dos exámenes que creía que tenía totalmente controlados, y en medio de la tercera clase me llaman a dirección. Una de mis mejores amigas me mira interrogante, y yo le contesto con la misma mirada dudosa. Cuando llamo a la puerta y entro al despacho, lo primero que veo es que mi madre está dentro, y mi hermano a su lado. “¿Qué pasa?”-pregunto temiéndome la respuesta- “Cariño, tu abuela a muerto esta mañana”- me contesta mi madre. Mi hermano se acerca a mi para darme un abrazo “Déjame”- le grito y salgo dando un portazo.

Camino por el pasillo, yendo hacía mi clase, las lágrimas se agolpan en mis ojos y atenazan con salir. Las contengo “¡Para!”-me grita mi madre con mi hermano a su lado- “¿Dónde vas?”-me pregunta al ver que sigo caminando- “A clase”

Entro en mi clase, y la profesora de latín me pregunta si a pasado algo, le contesto con una negación de cabeza, sentándome en mi sitio. Mis amigas me miran como intentando encontrar la respuesta que ni yo misma tengo. De pronto pican la puerta, es mi madre “Cariño, ¿vamos?” Le digo que sí con la cabeza, me levanto y mi profesora sale a hablar con mi madre, seguramente le explicará la situación y dentro de una hora todo el instituto sabrá lo que a ocurrido en mi casa. Decido decirles a mis amigas lo que ocurre, y en ese momento veo una mirada de compasión que emana de ellas y salgo de allí rápidamente porque no consigo soportarlo.

Ese día y los dos siguientes siento haber estado como en una nube, y no recuerdo muy bien lo que ocurrió. En mi cabeza está grabado a toda mi familia llorando y luchando cada momento para intentar sentirse mejor. Sólo tengo recuerdos borrosos, de lo que doy gracias al cielo ya que esos momentos es mejor olvidarlos. Y, aún hoy, dos semanas después, no consigo olvidar la sensación de vacío que sentí cuando mi madre dijo las fatídicas palabras. Me levanto para ir a clase y volver a la rutina a la que estaba acostumbrada. Pero cuando llego al instituto y veo las miradas compasivas, de pena e incluso evasivas por parte de la mayor parte del alumnado e incluso de algún que otro profesor, entiendo que ya nada podrá ser como antes, que las cosas han cambiado me guste o no.

Y los días pasan, las semanas pasan, los meses pasan... Y logro llegar a las vacaciones de verano sin derrumbarme. Pero durante este “kit kat” emocional y absento de rutinas, ocurre lo que todas las chicas de mi edad esperan no pasar jamás: me quedo embarazada.
Darme cuenta de esto me pone totalmente histérica y a la vez me emociona de una forma que sólo otra madre podría llegar a comprender totalmente. Encuentro un sentido a mi vida, que durante mucho tiempo he estado buscando. Entonces decido contárselo a mi novio que no reacciona como yo esperaba: decide desentenderse totalmente de mí y del bebé. Sólo seguirá conmigo si me deshago del niño. ¿Qué voy a hacer ahora?¿Cómo se lo explico a mis padres?¿Tendré que dejar de estudiar y ponerme a trabajar? Todas las dudas de mi cabeza empiezan a tomar sentido:¿Qué es lo mejor para el niño?¿Seré una buena madre? Creo que mis mayores miedos empiezan a tomar una forma que no me gusta nada.

Y en esto estaba yo pensando una mañana en mi clase de Lengua y Literatura; cuando un fuerte dolor me amenaza y empiezo a tener mareos. Aun recuerdo el terror que sentí cuando vi que estaba toda manchada de sangre. No se me olvida el miedo y todas las preguntas calladas de mis amigos, que se encontraban en sus miradas.

Y desperté en la habitación de un hospital, mis padres estaban allí y en sus ojos vi que me estaban juzgando, que no se creían lo que había echo. Y lloré, porque sabía que había perdido a mi bebé, porque sabía que ya no había vuelta atrás, que ahora sí que era yo la que había cambiado. Me recuperé bastante bien, dijeron que en una chica de mi edad el aborto era normal, que mi cuerpo aún no estaba formado del todo y que recuperarme tan rápido era síntoma de que en un futuro podría volver a concebir.

Durante unos días estuve ingresada, recuperándome. Pero a la semana me mandaron para casa, y mis padres decidieron que lo mejor era que me incorporase a las clases cuanto antes. Pero yo no quería, no podía. No podía volver a enfrentarme a miradas compasivas y lastimosas. Lo que hice el primer día que me enviaron a clase fue irme a la azotea de mi edificio; y entonces allí empecé a pensar en lo que me había ocurrido en el último año, todas esas cosas que hacían mella en mi, y que día tras día me estaban apagando. “He perdido a mi bebé” esa frase me reconcomía por dentro; eso me estaba matando, cualquier mujer en todo el mundo podía tener un hijo menos yo. No había sido una buena madre desde el principio, no había sabido estar a la altura. Todo el mundo parecía tener una finalidad. Todos mis amigos, mi familia e incluso mi ex-novio que ya había encontrado a otra a quién amar.

Y entonces delante de mi estaba la solución, acabar con todas esas dudas, preguntas, todos los juicios a los que yo misma me sometía. Nada me quedaba ya, nada importante que realmente fuese sólo mío y que me necesitase a mi , a nadie más. Hice lo que algunos piensan que fue mi mayor error, y que sobretodo nadie entiende, me tire al vacío, de un décimo piso abajo. Mi último recuerdo fue hacia mi bebé.

Una voz me habla, pero no comprendo bien lo que dice. Es como si estuviera a millones de años luz, la oigo difuminada, sin un punto concreto. Y entonces entiendo tres palabras:
“¿Vivir o morir?”

Gritó en silencio que no lo sé, que la elección no es mía.
“Siempre hay elección”
¿Dónde estoy?¿Qué hago aquí?¿Estoy en el cielo?¿En el infierno?
“¿Dónde querrías estar?”

¡Dónde me quieran!


Entonces me despierto, estoy en una habitación del hospital, mi hermano pequeño está mi lado arrodillado sobre mi cama, diciéndome que me quiere que no me vaya que toda la familia me necesita, que todos están muy preocupados, que mis amigos vienen todos los días a verme y a esperar que me despierte:

-¿Dónde estoy?¿Qué me a pasado?

-¡Estás despierta!¿No recuerdas lo que ocurrió?

Sí, me acuerdo de cuando me tire, y de mis últimos pensamientos pensando que esa era la solución, la única que me quedaba. Mi hermano corre a llamar a los médicos, y de pronto vuelve a mi mente lo que oí cuando estaba inconsciente:

“Nada de lo que hagas podrá borrar los errores, la vida es para vivirla no para lamentarse, debes seguir adelante aceptando que te equivocarás una y otra vez, ahora sólo te queda una elección,¿ceder al miedo o luchar?¿Fracasar o vencer?¿Morir o vivir?”

Era la voz de mi abuela de eso estaba segura, y le iba a hacer caso, solo me queda una elección ¿morir o vivir? Yo elijo vivir.*








Espero que os haya gustado
Gracias por leerlo

3 comentarios:

Lauryna dijo...

Me ha encantado, ojala cogas esto con ganas y de vez en cuando pueda leer historias tan bonitas como esta.
Porque me ha puesto la carne de gallina y no me esperaba ese final.
Me encanta

quierote:)

Anónimo dijo...

k fuerte... esta muy muy bien!! de verdad! me gusto muxo!! aunk algo triste!pero m gusta el final!!^^ (raro para mi,e??jejeje)
un bsin

Anónimo dijo...

Genial me alegro un montón q me lo pasases pa leer,de aki al premio cervantes no dejes de escribir y de pasarmelos.
muxos bisinos.