Había una vez una oruga muy esmirriada, de esas que incluso los humanos no la pisan por pena (y eso que los humanos siempre pisan a las orugas). La oruga esperaba convertirse en mariposa porque le daba vergüenza ser como era, e incluso su familia esperaba con ansia su transformación. Un día se sintió preparada para cambiar y comenzó su metamorfosis; pasó varios meses metida en su crisálida, y el momento de “renacer” llegó con el cambio de estación…
De pronto la crisálida se abrió, y la oruga esmirriada se puso a volar, sintiendo que tenía que ir hacia el norte emigrando junto a todas sus compañeras mariposas, sabiendo que es probable que no llegase al final del recorrido marcado, en los genes le marcaba que tenía que viajar. Se unió a todas las mariposas que encontró, formando así una gran “manada”, aunque desde el primer momento sentía que la miraban extrañadas, y no comprendía por qué, hasta que mirándose y remirándose se dio cuenta de que una de sus alas era un poco más pequeña que la otra. No le parecía justo, ya había sido distinta como oruga… ¿Por qué también le tocaba ser distinta como mariposa?
Tras mucho tiempo (que en el calendario humano eran sólo tres días), la pequeña mariposa encontró a alguien que no la miraba con pena ni extrañeza, una mariposa macho que la miraba con sincera simpatía. Y, pronto, empezaron a hacer la danza del aparejamiento…y se reprodujeron. Cuando las mariposas tienen descendencia, fallecen, pero nuestra pequeña mariposa no, y comprendió que en esto también iba a ser distinta, no iba a morir como las demás…
Vio morir a sus padres y hermanos, a su compañero de viaje especial, pero lo que no pudo resistir es que sus propios descendientes estaban muriendo ante sus ojos… ¿Por qué le habían otorgado un don que dolía tanto?
La mariposa se sentía tan sola y perdida, e incluso incomprendida y decidió abandonar la manada de mariposas, comprendiendo que no soportaba vivir viendo morir a su vez a lo que amaba. Podía intentar que un animal la comiese y así encontrar el descanso eterno, ya que aunque la muerte natural no le acontecía, la contranatural esperaba y deseaba que sí.
Asique se fue de allí y voló, voló todo lo lejos que le permitían sus fuerzas; llegó a un bosque y decidió aguardar ahí su final. Pero el destino aún le tenía algo preparado, ya que lo primero que le llamó la atención fue un haz de luz que pasaba entre unos árboles densos.
Sin titubear ni un segundo, sin entender que fuerza le llamaba, fue hasta el haz de luz directa. Su sorpresa fue cuando éste le habló:
-¿Por qué te intentas vencer?
-Porque estoy sola, y siempre lo estaré.
-Eso no es cierto, nadie está solo si alguna vez ha amado de verdad en su vida.
- Yo me he quedado sola, no tengo nada por lo que luchar, además soy distinta a los demás y muy pocos me han aceptado.
-No comprendes que tu diferencia te hace especial, no marginada. Es un don que te han concedido y deberías agradecerlo no despreciarlo. Debería embargarte la felicidad.
-¿Cómo voy a ser feliz si no tengo nada?
-Lo tienes todo, sólo que no te das cuenta.
La mariposa no comprendía lo que le quería decir, no sabía si su diferencia era un don o una maldición.
-¿Por qué no intentas vivir acorde con lo que tienes?
Entonces la mariposa decidió darle una oportunidad a lo que el haz de luz le decía, total… ¿qué tenía que perder?
Y día tras día, la mariposa empezó a ir al claro a encontrarse con el haz de luz. Pasados los días, en el momento más inesperado, se dio cuenta de que ya no se sentía sola, había algo que la llenaba, el haz. Sentía algo especial, cómoda y segura tal y como era y a la vez muy especial y diferente.
Empezó a pensar, y comprendió que todo lo que sentía era por el haz de luz, que había comprendido aquello que él le decía, sólo hay que aceptarnos como somos y nos entenderemos. Había aprendido a amar, y con ello recuperó la ilusión. Aunque sabía y aceptaba que eran distintos, que probablemente nunca podrían amarse libremente (aún en el caso de que el haz sintiera lo mismo), dentro de ella todo había cambiado y se conformaba con una amistad sincera.
Un día llegó al claro y no había luz, espero a que llegase su amigo, pero eso no ocurría, así que iba a desistir cuando un ángel precioso y etéreo se apareció ante ella en todo su esplendor:
-¿Me esperabas mariposa?
-No…bueno…no sé…esperaba a un amigo.
-Me esperabas a mí, he acabado mi misión contigo. He venido sólo a despedirme, me alegro de que hayas comprendido todo lo que te dije aquél primer día.
-Pero…
-Cuando te conocí, no querías vivir, ni tú don. Sé que te opinión a cambiado, y que ya no eres autodestructiva ¿verdad?
-Cierto. Ahora comprendo que prefiero vivir…creo que debo decirte algo que tal vez no sepas.
-Lo sé, sé todo lo que sientes por mí.
-¿De verdad?
-Sí, y yo también lo siento. Pero no es nuestro destino estar juntos, sólo nos tocaba ser amigos; ¿lo comprendes?
-Sí. Estaré bien; haberte tenido es suficiente.
El ángel asintió, la miró con profundidad y desapareció. La mariposa sintió haber perdido parte de su corazón, tristemente sabía que no podía hacer nada. Empezó a volar, buscando una flor perfecta para descansar, y decidió que iba a volver a su manada y enseñar lo que sabía. Había conocido el amor y al final eso es lo que importaba. Se paró en una flor…y el descanso eterno la cubrió…
Ahora estaba en el cielo, y no era una mariposa sino otro ángel como su amado; de pronto le vio y se acercó a ella, cogió su cara entre sus manos y lo beso:
-Has comprendido lo que es amar sin condiciones y entendiste que había que enseñarlo. Amar, perder, morir y vivir. Por ello eres un ángel, por ello podremos estar juntos.
-Gracias por enseñarme a amar, sin ti no lo hubiese logrado.
1 comentario:
¡Qué bonito! tanto la historia como el nuevo look del blog.
Sí, sí, me gusta ^_^
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